Epidermólisis bullosa
1. La piel y su afectación en la EB
La piel es el órgano más extenso del cuerpo y actúa principalmente como barrera protectora que aísla al organismo del medio que lo rodea. También funciona como sistema de comunicación con el entorno y es uno de los principales órganos sensoriales de nuestro cuerpo ya que contiene terminaciones nerviosas que darán información sobre temperatura, presión, dolor y tacto. Por último, la piel también es responsable de absorber y excretar (sudor) sustancias, así como sintetizar el 90% de la vitamina D necesaria para el cuerpo. Este último proceso se da en la piel ya que la síntesis requiere de rayos ultravioleta procedentes de la radiación solar.
La piel está formada por una capa externa que se llama epidermis, y una capa más profunda llamada dermis. Las separa la lámina basal que mantiene estas dos capas juntas. Por debajo de la dermis ya encontramos la hipodermis o tejido celular subcutáneo dónde encontramos el tejido adiposo o grasa y por debajo la capa muscular (Figura 1).
La epidermis está formada principalmente por células llamadas queratinocitos. También contiene otros tipos de células como las células de Langerhans que darán protección inmunológica, así como melanocitos, que son las células encargadas de segregar melanina, sustancia responsable de la pigmentación de la piel. La epidermis va creciendo constantemente desde la base en un ciclo que dura aproximadamente 4 semanas. Las nuevas células se van formando en la base de la epidermis e irán emigrando hacia los estratos más superficiales donde acabarán por desprenderse en un proceso denominado descamación.
La dermis se caracteriza por contener en abundancia fibras de colágeno y otros componentes que dan a la piel la consistencia y elasticidad que la caracteriza. La dermis es generalmente más gruesa que la epidermis y en ella encontramos los llamados folículos pilosebáceos formados por las glándulas, el pelo y el músculo erector. También encontramos en la dermis vasos sanguíneos y terminaciones nerviosas que harán posible la sensación de tacto y conferirá la sensibilidad al calor, frío, presión y dolor.
En la epidermólisis bullosa (EB) algunos de los componentes de la piel están alterados, de ahí las diversas manifestaciones de la enfermedad. Si a un muro le quitamos el cemento o bien este cemento no une bien los ladrillos entre sí, será mucho más fácil que al mínimo golpe el muro se desmonte. En el caso de la EB ocurre algo similar. La piel se puede definir como un muro, donde sus células (o queratinocitos) son sus ladrillos y el cemento lo aportan las proteínas. Cuando las proteínas no funcionan correctamente, debilitan la integridad de la piel y ante mínimos roces o traumatismos las capas que conforman la piel (epidermis y dermis) sufren daños, formándose ampollas.
El rasgo característico de la EB es la extrema fragilidad de la piel y las mucosas, así como la aparición de ampollas inducidas por golpes, roces o de manera espontánea. La fragilidad se debe a que algunas proteínas funcionan de forma incorrecta, el organismo produce una menor cantidad, o incluso están ausentes, y por tanto no pueden llevar a cabo su función de mantener la integridad y resistencia de la piel.
La EB es clínicamente muy heterogénea y su nivel de gravedad varía mucho. Se han descrito más de 20 genes asociados a la enfermedad. Se han hallado mutaciones patogénicas (que causan enfermedad) en genes que se traducen en proteínas como colágenos, lamininas e integrinas. Estas proteínas presentes en la piel aseguran su integridad y resistencia y, dependiendo de qué afectación presente cada proteína (ausente, reducida, no funcional, etc.) y de su localización en las distintas capas de la piel, la severidad y manifestación de la enfermedad varía.
A modo introductorio, la EB se clasifica en 4 tipos: simple, juntural, distrófica y de Kindler. En cada tipo se han descrito una o más proteínas afectadas. En la siguiente imagen (Figura 2) mostraremos en qué parte de la piel se encuentran las distintas proteínas afectadas en la epidermólisis bullosa.
La epidermólisis bullosa se manifiesta en todos los grupos étnicos y afecta a ambos sexos por igual. En el mundo se estima que la incidencia de las personas portadoras (aquellas que tienen en su genoma alguna mutación relacionada con la EB) es de 1 de cada 227 personas. En España se estima que la incidencia (número de nuevos nacimientos en un año) está alrededor de 5 casos de cada 100.000 nacidos vivos. En cuanto a la prevalencia (número total de personas afectadas) se estima que hay alrededor de 1.000 personas con EB en España (2,4 personas por 100.000 habitantes).